Ahora, unos especialistas del Laboratorio Marino de Kewalo(Hawái), han descubierto que los individuos de la epecie investigada comienzan su vida como larvas minúsculas que flotan en mar abierto. Pero antes de que las larvas de estos singulares animales, conocidos como gusanos de tubo o mercierellas, se asienten sobre una superficie y comiencen a crecer, necesitan una señal bacteriana para iniciar la metamorfosis.
El biofouling, en el caso de este animal, comienza cuando las larvas flotantes entran en contacto con una biopelícula formada por un microbio en superficies de acero, plástico, y vidrio en aguas tranquilas del océano.
En el nuevo estudio se ha logrado aislar las bases genéticas de esta nueva forma de interacción bacteria-animal.
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